Con este término se denomina al conjunto de niebla, polución y humo producidos por las industrias y los residuos de los combustibles de los vehículos.
Es una palabra inglesa que proviene de la unión del vocabulario smoke, que quiere decir humo, y fog, que quiere decir niebla.
Las sustancias contenidas en el smog son partículas gaseosas y sólidas.
Si se sube a una parte alta como a una montaña o un edificio alto se ve a veces claramente una «nube negra» de smog sobre la ciudad.
A veces es tan intensa que parece que esté nublado.
Es capaz de robar su brillo a las estrellas en la noche.
Algunos días, cuando la inversión térmica de la atmósfera hace que los productos contenidos en el smog se acumulen en las partes bajas, aumenta tanto la contaminación en las calles de las grandes ciudades que muchas personas sufren de problemas respiratorios por esta causa, en general en los sujetos más sensibles como los niños pequeños y ancianos.
Estos últimos suelen presentar dificultades para respirar.
Cuando el smog es muy intenso, muchas personas sufren irritaciones o molestias en los ojos, que a veces se encasillan bajo el dudoso diagnóstico de «conjuntivitis alérgica».
Cuando el smog es muy intenso, es necesario, si no podemos abandonar la ciudad, ESMERAR LAS MEDIDAS DE PRECAUSION Y DOBLAR LAS DOSIS DE ALGUNOS ANTIDOTOS DE LA POLUCIÓN, tales como las vitaminas A, C, E, B12 y selenio.
El smog no solo afecta al organismo humano, sino también daña a las plantas, animales, superficies de edificios y obras de arte.
Se sabe que los niños son hasta cinco veces más sensibles que los adultos a ciertos compuestos del smog.
En el famoso smog de la ciudad de Londres, de 1952, produjo casi 4000 muertes causadas por la contaminación aérea en personas que, en general, ya padecían alguna enfermedad respiratoria o cardiaca.
Más vale prevenir que después lamentar.