La fluorización del agua es el fraude científico más grande del siglo, sino de todos los tiempos.
Robert Carton, creador de la Agencia de Protección Medioambiental estadounidense.
El flúor empezó a utilizarse en 1945 argumentándose simplemente que existía «una correlación entre la fluoración del agua y una menor incidencia de caries».
Sin embargo, numerosos estudios científicos posteriores constatarían que provoca a la larga graves daños en dientes, huesos, hígado, cerebro y células reproductivas; un problema grave porque la fluorosis se considera irreversible al ser el flúor un veneno acumulativo.
Bueno, pues se nos sigue vergonzosamente intoxicando porque aún está presente en el agua, la pasta dental, las bebidas embotelladas, los alimentos procesados y deshidratados, los cereales, las bebidas sin alcohol, la sal, el té o el vino.
E incluso en las leches para bebés y en el teflón de las sartenes. Inconcebible.
A pesar de que científicos. Asociaciones profesionales, instituciones y revistas científicas rechazan el flúor, 370 millones de personas en el mundo beben aguas fluoradas artificialmente, entre ellos más de cuatro millones de españoles.
Pero el origen del envenenamiento cotidiano de las aguas con flúor no ha sido un error médico, sino una estrategia de manipulación ideada durante la Segunda Guerra Mundial para proteger al complejo militar industrial estadounidense y en particular el Proyecto Manhattan, cuyo objetivo sería la fabricación de la primera bomba atómica.